por Rosario Ibarra
18 de Marzo de 2008
Los recuerdos danzan en mi memoria y contras- tan con la sensación de amargura y de rabia que hoy agobia al pueblo mexicano... ¡Qué enorme diferencia! Sí, los recuerdos lejanos de júbilo y de gozo se enfrentan a la mal contenida justa ira del pueblo... Hoy, la defensa de lo nuestro ante las amenazas de robo, nos agobia y pone en tensión nuestros espíritus... entonces, en aquel año de 1938, aquel 18 de marzo, un estentóreo grito de alegría, llenó el suelo patrio....
Aquel día de alegría infinita, todos los integrantes de la familia nos reunimos en lo que aún quedaba de la casa de mi abuela Adelaida; nos sentamos junto al viejo aparato de radio para escuchar el “Manifiesto” de la expropiación petrolera, que por cierto, el presidente Lázaro Cárdenas encargó que redactara su amigo y compañero de muchas batallas, el general Francisco J. Múgica, a quien poco reconocimiento se ha hecho y a quien mi padre, y yo con él, a mis recién cumplidos 11 años, queríamos de sucesor de Cárdenas en la presidencia de la República.... ¡Lástima que no lo fue!
Días felices aquellos, cuando en las escuelas de ambiente renovado y fresco, cantábamos a coro el Himno a la Revolución y junto a los discos de Lucha Reyes, nuestras voces párvulas entonaban con ella aquello de “marchemos agraristas a los campos, a sembrar la semilla del progreso...”. porque el reparto agrario estaba en su apogeo, como antes, en 1916 lo estuvo con Carranza. La superficie de la Patria estaba cubierta del verde esmeraldino del maíz y las manos callosas de los campesinos estrechaban las manos de quienes cumplían con su deber de entregarles la tierra... y mi bondadoso padre, ingeniero agrónomo, era uno de ellos. Cuánto orgullo me daba verlo partir tempranito en las mañanas con sus botas fuertes, su “pantalón de montar”, el paliacate rojo ( como el de Morelos) en su cabeza calva y el sombrero grande de esos que les dicen “de cuatro pedradas”... (A veces, cuando no iba muy lejos, lo acompañaba.)
Hoy, los ejidos ya no existen; el éxodo hacia el norte no termina; la tierra fue convertida de nuevo en latifundios por la rúbrica siniestra de Salinas de Gortari; el hambre y la miseria se aposentan en los hogares de millones de mexicanos... y revestidos de inmoralidad y llenos de codicia, los encaramados en el Poder pretenden robarnos lo nuestro... pero este noble y generoso pueblo no lo va a permitir. Este pueblo despreciado por los ilegítimos; este pueblo al que quieren sumir en la ignorancia, no es tonto, es muy inteligente y sabe que lo engañan y sabe muy bien de los hurtos y de la inmoralidad de cada uno de los que han pasado por el Gobierno y no va a permitir este nuevo atraco... Ya se alzan sus voces con fuerza, ya se escucha el ruido de sus pasos, un nuevo y estruendoso grito defiende el valioso legado que nos “escrituró” el diablo: ¡El petróleo es nuestro!.. ¡La patria no se vende!
Dirigente del comité ¡Eureka!